El comentario de Sandra en la entrada de los límites me ha hecho pensar y aquí dejo algo que, espero, sea de ayuda a ella y a otras personas.
Los adultos deberían plantearse cuando establecen límites ejercer su autoridad personal, no el poder autoritario. Esto se consigue con la eliminación de roles, a los que antes estaba asociado un lenguaje corporal, un léxico y una actitud (la del padre, madre, profesor, abuelo, etc) en función de los estereotipos sociales.
Algunas preguntas que ayudan a deshacerse de los roles prestablecidos son:
– ¿De verdad es esto lo que pienso?.
– ¿Cuánto de lo que digo concuerda con mi experiencia?.
– ¿Cuánto de lo que digo es lo que he oído decir a mis padres y abuelos?
– ¿Cuántas veces he dicho a mis hijos lo mismo que a mí me dolía que me dijeran?.
Tipos de límites.
Algunos límites son estables, y otros cambian en función del estado de ánimo del adulto. Los primeros son los que se piensa que sean adecuados para proteger a los hijos y mejoran su vida. Mejor si se expresan como deseo “me gustaría que…”, “querría que..”, que como una verdad absoluta “hay que…”, “es necesario que…”. Los segundos suelen ir asociados a una emoción. Pueden hacer que en un momento determinado, un niño se sienta rechazado, por ejemplo. Es una manera de aprender que los otros individuos también existen y tienen sus propias necesidades y deseos. Se deben expresar con la emoción auténtica que les acompaña (ira, tristeza, malhumor, etc), porque las emociones son parte de los adultos y transmiten información importante y valiosa a los niños.