Empezamos una revisión de la educación alternativa, comenzando por la libertaria. Próximamente William Goldwin.
El término libertario se usa a menudo como sinónimo de anárquico o casi-anárquico, para referirse a teorías y prácticas de tipo anti-jerárquicas y anti-autoritarias. No siempre se refieren necesariamente al anarquismo, aunque el nombre indique lo contrario. Además, si bien la pedagogía libertaria suele basarse en el anarquismo, no es su única referencia.
La educación libertaria busca demostrar que existen otras formas de relacionarse entre los individuos, basadas en la libertad y el consenso, que den lugar a organizaciones no coercitivas y solidarias.
Un aspecto importante es que se educa para dudar, porque se piensa que el error es una fuente educativa extraordinaria. Pero básicamente hay dos modelos de educación libertaria.
Uno que se podría definir como negativo, en el que el educador observa e interviene lo menos posible, pensando que eliminando la coerción se produce un desarrollo espontáneo a la libertad. Intenta no imponer normas ni modelos. El producto de este tipo de enfoque podría ser una persona que adopta normas y comportamientos completamente distintos de los nuestros.
El segundo modelo sería positivo o formativo-constructivo. Parte de la idea de que el niño no es ni bueno ni malo, sino que puede desarrollar en una u otra dirección dependiendo del ambiente en el que vive. Suele proponer comunidades educativas en las que cultivar todos los potenciales del individuo.

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Diferenciando poder de dominio.
El poder no es malo per se, pero sí lo es instrumentalizarlo. Los libertarios rechazan la estrecha relación entre dominio y autoridad impuesta con diversas justificaciones, no el poder en sí, que no sólo es imposible de eliminar sino que es también una herramienta para la libertad individual.
El poder da la posibilidad de hacer, mientras que el dominio significa ser el dueño absoluto de personas y cosas sometidas a la autoridad.
Las modalidades de dominio existentes en la humanidad (del hombre sobre la mujer, del ser humano sobre la naturaleza, del adulto sobre el niño) no creemos que sean las deseables en el ámbito educativo.
La educación libertaria debería proporcionar las herramientas para analizar el dominio y autoinmmunizarse. Para ello busca que los estudiantes intuyan cuáles son los mecanismos de poder existentes en las relaciones cotidianas, y cuáles los espacios de libertad en la situación concreta en la que se encuentran.
Tener autoridad sobre otra persona implica poder influenciarla, directa o indirectamente, conscientemente o no, para inducirla a un determinado comportamiento y convicciones.
De pequeños, los seres humanos necesitamos tutores que nos guíen, que nos ayuden a crecer, pero sin olvidar que cada niño se desarrolla de manera distinta, siguiendo diferentes direcciones y posibilidades. Si se considera el proceso educativo completo, es la historia de cómo las distintas autoridades han influido sobre el niño. Gran parte depende de la intensidad y de la calidad de la influencia. La autoridad en la educación puede ser, en ciertos aspectos, inevitable. Pero si se ha de ejercer, entonces, se debe hacer con respeto.
Erich Fromm distingue entre autoridad coercitiva y autoridad anónima. La primera se ejerce abiertamente, explícitamente, mientras que la segunda tiende a esconderse, afirmando que todo se realiza con el consenso del individuo. En el primer caso se puede emplear la fuerza física, frente al segundo que emplea la manipulación psicológica. Pasar de la primera a la segunda se ha debido a la organización necesaria para permitir la existencia de la sociedad industrial moderna. En ella, grandes masas de operarios y oficinistas trabajan juntos, y cada individuo es parte de una maquinaria que debe planificarse en cada pequeño detalle para que funcione bien. Ello es posible si la autoridad se transforma en la autoridad anónima de la persuasión y de la sugestión. El sistema económico debe crear individuos que cooperen sin dificultad, que deseen siempre consumir más y de aquello que crea mayores beneficios, con gustos estandarizados, fácilmente influenciables y que crean ser libres e independientes a pesar de comportarse como se espera que lo hagan.
Frente a ello nos encontramos con la libertad, entendida como el poder que se opone al dominio. Ser dueño de sí mismo es un concepto importante en la educación libertaria, porque va más allá de la libertad política y de igualdad ante la ley, enfatizando en el control de las propias convicciones y acciones. De poco sirve la libertad política si las acciones de un individuo son guiadas por una autoridad interiorizada de la que no se puede huir, producto de una imposición religiosa, del tipo de educación o de la instrucción recibida en los primeros años de vida. La mayor parte de los sistemas pedagógicos tienen como objetivo la interiorización de creencias o el desarrollo de una conciencia que sirva de soporte a la estructura social existente. Aspirar a ser dueño de uno mismo pasa por un sistema educativo que permita sustraerse a la autoridad interiorizada y a la dominación ideológica, yendo a métodos antiautoritarios.
La libertad no se enseña, se demuestra con hechos.
La educación pública y la pedagogía radical son conceptos contrarios, porque la primera viene de la mano de la estructura social dominante, y está hecha para reforzar dicha estructura. La escuela puede claramente reformarse y mejorarse, pero no lleva a cambios sociales de base. Las ideas de rechazo de la escolarización son áreas temáticas para pensadores como Godwin, Ferrer o Illich. Ellos afirman que la escuela se ha transformado para plasmar las creencias sociales y la moral de la masa en favor de las élites dominantes.
Crítica a la escolarización.
En los siglos XIX y XX se comienza a producir una obligatoriedad de instruir a todos en escuelas financiadas y reguladas por el estado. El objetivo de la escolarización en masa es la formación del ciudadano trabajador para el nuevo estado industrial. No es de extrañarse, por tanto, que quien busca una transformación radical de la sociedad asuma una postura crítica respecto a las instituciones educativas.
Las críticas más frecuentes son:
- Que el control estatal siempre lleva inevitablemente a producir ciudadanos que obedezcan las órdenes del estado, aún cuando vayan en contra de sus propios intereses, que apoyen la autoridad del gobierno aún cuando sea contraria a la razón y a los intereses individuales.
- Que la escuela busca formar individuos dispuestos a aceptar un trabajo aburrido, monótono, privo de satisfacciones personales.
- Que las instituciones educativas han creado el mito de la movilidad social. Los títulos de educación son la base del valor social del individuo y la base para obtener privilegios sociales. Y ello a pesar de que los títulos son distribuidos en función de la división de clases de la sociedad. En realidad, en vez de favorecer la movilidad de clases sociales, la ha reforzado.
Hay una diferencia entre escolarización y educación. La primera sería un método planificado de socialización dispuesto a formar ciudadanos y trabajadores obedientes a través de un sistema de controles institucionales. Mientras que la educación sería la consecución de un conocimiento y una capacidad con las que transformar la realidad y desarrollar al máximo la autonomía individual, un medio de emancipación individual.