Faure es uno de los grandes teóricos de la pedagogía libertaria. Su convicción fundamental es que cualquier revolución debe prepararse en las ideas, en los sentimientos y en las costumbres antes que en las instituciones.
Con este fundamento crea “La Ruche”, un centro en el que poner en marcha sus ideas. Estaba desvinculada del estado francés y se mantenía gracias a las conferencias que impartía y a la venta de los productos de su cooperativa agrícola. Permaneció abierta hasta el estallido de la I Guerra Mundial.
En “La Ruche” vivían unas sesenta personas, unos cuarenta niños y adolescentes y unos veinte adultos. Los niños, para ser admitidos, tenían que tener buena salud, estar en la franja entre los seis y los diez años y comprometerse a quedarse hasta cumplir los dieciséis, sin tener que pagar ningún tipo de gasto. La educación se concebía como algo integral. Se dedicaba gran tiempo al juego libre hasta los diez años, sin descuidar la lectura, la escritura, las bases de aritmética y de inglés y la música. Entre los diez y los trece años, se pasaba a la etapa de pre-aprendizaje, en la que, además de desarrollar los conocimientos teóricos antes citados, tenía que comenzar a asistir a talleres donde iniciarse en tareas manuales y artesanales. A partir de los trece años pasaban mucho tiempo desarrollando conocimientos y habilidades específicas de una profesión, finalizado a contribuir a la economía de la cooperativa. En esta última fase les correspondía un salario.
Las clases eran mixtas, no había escalas jerárquicas y no había exámenes ni notas. El modelo era el aprendizaje inconsciente, casual, el que se adquiere como resultado de vivir.