LA EDUCACIÓN ALTERNATIVA VII. SEBASTIAN FAURE (1858-1942).

Faure es uno de los grandes teóricos de la pedagogía libertaria. Su convicción fundamental es que cualquier revolución debe prepararse en las ideas, en los sentimientos y en las costumbres antes que en las instituciones.

Con este fundamento crea “La Ruche”, un centro en el que poner en marcha sus ideas. Estaba desvinculada del estado francés y se mantenía gracias a las conferencias que impartía y a la venta de los productos de su cooperativa agrícola. Permaneció abierta hasta el estallido de la I Guerra Mundial.

 

En “La Ruche” vivían unas sesenta personas, unos cuarenta niños y adolescentes y unos veinte adultos. Los niños, para ser admitidos, tenían que tener buena salud, estar en la franja entre los seis y los diez años y comprometerse a quedarse hasta cumplir los dieciséis, sin tener que pagar ningún tipo de gasto. La educación se concebía como algo integral. Se dedicaba gran tiempo al juego libre hasta los diez años, sin descuidar la lectura, la escritura, las bases de aritmética y de inglés y la música. Entre los diez y los trece años, se pasaba a la etapa de pre-aprendizaje, en la que, además de desarrollar los conocimientos teóricos antes citados, tenía que comenzar a asistir a talleres donde iniciarse en tareas manuales y artesanales. A partir de los trece años pasaban mucho tiempo desarrollando conocimientos y habilidades específicas de una profesión, finalizado a contribuir a la economía de la cooperativa. En esta última fase les correspondía un salario.

Las clases eran mixtas, no había escalas jerárquicas y no había exámenes ni notas. El modelo era el aprendizaje inconsciente, casual, el que se adquiere como resultado de vivir.

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LA EDUCACIÓN ALTERNATIVA VI. FRANCISCO FERRER (1859-1909).

Ferrer es un gran desconocido en el mundo pedagógico a pesar de que, durante bastante tiempo, muchas escuelas se basaron en su pensamiento.

Vivió en sus carnes el enorme poder de la iglesia católica en la época en España, ya que dirigía las escuelas y establecía los programas. El colegio en el que estudió dedicaba tres cuartas partes del horario lectivo a rezos, cantos y catequesis; la disciplina incluía castigos corporales era bastante severa.

Afirmaba que el poder del estado se basaba casi exclusivamente en la escuela. Mientras que en el pasado las masas eran controladas manteniéndolas en la ignorancia, con la llegada de la industrialización en el siglo XIX, los estados se encontraron con una competición económica internacional que exigía una clase obrera adiestrada. El triunfo de la escuela responde a exigencias económicas. Ferrer afirma que el estado quiere la escuela no porque espera renovar la sociedad a través de la instrucción, sino porque necesita trabajadores que hagan rentables sus empresas y fábricas. La escuela, por tanto, se había convertido en aquello de los que Godwin advertía: los niños tenían que acostumbrarse a obedecer y a pensar en base a los dogmas sociales existentes.

Para Ferrer el estado existe para defender los intereses de las clases privilegiadas. La escuela no podía ser un medio para mejorar las condiciones de las clases subalternas. A éstas se les enseña a aceptar la situación existente y a afirmar que las mejoras económicas dependen del esfuerzo personal dentro de la estructura establecida.

Concibió una escuela que fuera un medio de liberación social, tanto por los contenidos como por la metodología. El lazo con la realidad social tenía que ser muy estrecho: las escuelas se mantenían, más que por las mensualidades pagadas por las familias de los estudiantes (en proporción a la renta), gracias al interés de las asociaciones locales de trabajadores. Por la noche, las escuelas solían estar abiertas a cursos culturales dirigidos a los adultos. El contenido cultural se caracterizaba por la fe en el “racionalismo unitario”, que consistía en el enseñar a la infancia el deseo de conocer el origen de todas las injusticias sociales, porque al conocerlas se podían combatir. El racionalismo fundado en la ciencia llevaba al ateísmo, frente a pensadores anteriores como Robin que practicaban una neutralidad negativa. El ateísmo de Ferrer estaba fundamentado en el retraso de su país debido a la influencia ya citada de la iglesia en la educación, la política y la sociedad. La negación de la religión buscaba también negar la coerción y el autoritarismo.

En el colegio se proponía que no hubiera ni premios, ni castigos, ni exámenes con calificaciones, sólo un registro de los progresos logrados. No había talleres donde experimentar sobre aquello que se teorizaba. Para compensar se visitaban fábricas, sindicatos y asociaciones obreras. Las matemáticas, por ejemplo, tenían como finalidad convertirse en una herramienta para una organización económica más justa. La aritmética se enseñaba con ejemplos que trataban el reparto justo de la producción, de los medios de comunicación, de los transportes y de los trabajos públicos.

En 1909, la escuela viene cerrada y se condena a su creador a ser fusilado, acusado de haber liderado una insurrección en Barcelona.

LA EDUCACIÓN ALTERNATIVA V. Paul Robin (1837-1932).

En el siglo XX se comienza a hablar más de educación integral en lugar de pedagogías concretas. Los pensadores anteriores habían afrontado la crítica a la escolarización como parte de un proyecto de cambio de la sociedad. La escuela era considerada de una manera totalmente distinta, con el objeto de permitir la formación de adultos libres, capaces de cambiar el mundo, intentando sustraer al niño de la influencia de la iglesia y del estado. Por tanto, el objetivo era la emancipación política, que la persona se pudiera desarrollar al máximo, preparándola al mundo laboral y al mundo intelectual. Por ello debería ser igual para todos, hombres y mujeres, y laica. El camino a seguir debía estar guiado por la ciencia y la razón, por la observación de hechos en un ambiente libre de coerciones. La fe en la ciencia se justificaba por la imposibilidad de escapar de la influencia de la iglesia en otro modo.

Paul Robin.

Su principal mérito fue demostrar la viabilidad de una nueva teoría educativa. Robin , es el artífice de una interesante experiencia en el orfanato de Cempuis. Convencido defensor de que la finalidad de la educación sea la de dotar al individuo de la posibilidad de ser parte activa y consciente de una nueva sociedad igualitaria, libre y justa, sostiene que para ello, ante todo, hay que respetar a cada persona, desarrollar su sentido crítico y hacerlo a través de una conexión del trabajo manual con el intelectual. Es decir, educación integral.

Además se muestra contrario a la separación de sexos en el proceso de aprendizaje, ya que están destinados a convivir juntos en la sociedad, que la separación es fruto de la desigualdad.


En Cempuis se enseñaban ciencias naturales, matemáticas, educación física (entendida tanto como desarrollo físico y manual). Se crearon diversos talleres a los que los niños asistían durante hora y media al día. La diversidad hacía posible que se familiarizaran con distintas profesiones y que pudieran elegir una con conocimiento de causa. Había una tipografía, un laboratorio de física y química, un telescopio, un taller de fotografía, una sala de costura, otro laboratorio de metalurgia y otro de escultura. Las chicas participaron en ellos y, como novedad en aquella época, hicieron excursiones en bici y aprendieron a nadar junto a los chicos en la piscina del centro. Otra innovación fueron las colonias de verano. Las salidas no sólo eran fuente de diversión, sino que permitían observar la naturaleza, visitar fábricas, y practicar actividades físicas no competitivas (se fomentaban comportamientos cooperativos y solidarios).

El principio era que, partiendo del trabajo práctico y de la observación, se llega a la teoría.

La educación moral surgía espontáneamente al compartir los valores comunitarios. En primer lugar, se respetaba la libertad de los demás, y se rechazaba el uso de la fuerza, promoviendo la cooperación frente a la competición, la ayuda recíproca y la racionalidad. Los resultados fueron sorprendentes para los inspectores escolares. Tras catorce años de funcionamiento fue cerrado por la presión de las autoridades religiosas, críticas con la educación conjunta de sexos, la falta de instrucción patriótica y la falta de vigilancia.

LA EDUCACIÓN ALTERNATIVA IV. ELISE RECLUS (1830-1905).

Elise Reclus, geógrafo francés, consideraba necesario para la emancipación y la igualdad de las personas que el sistema educativo fuera accesible a todos, distribuido con nuevos medios. Y si esto no era posible de lograr inmediatamente, que, al menos, fuera el objetivo de la lucha de todos los jóvenes. Este objetivo, a la vez, haría que la juventud se diera cuenta de la falsedad de la educación hasta entonces impartida por la familia, la iglesia y la escuela, instituciones que imponen su visión de la vida a despecho del espíritu crítico y libre.

 

En el colegio, el estudiante no consigue profundizar en la materia, sino que es víctima de una repetitividad paralizante y superficial. Por ello considera fundamental cambiar el sistema educativo, aunque sea muy difícil vista la fuerza del “adversario”, que sería el estado junto con la iglesia católica. Ésta última, tras haber perdido el monopolio de la cultura, intenta retrasar el avance científico y la instrucción universal, presionando fuertemente la instrucción.