Un poquito más sobre cómo los bebés aprenden a hablar y cómo las madres/adultos se adaptan a ellos para ayudarles a hacerlo.
Cuando la madre produce iniciativas y respuestas comunicativas altamente adaptadas a las necesidades del pequeño interlocutor, por ejemplo, formando expresiones y perífrasis, ofreciendo descripciones o denominaciones, ofrece ayuda al niño para formular sus propias intenciones comunicativas y, a la vez, ayuda a progresar a niveles mayores de habilidad.
El input lingüístico dado por los adultos a los niños que están aprendiendo a hablar se ha analizado sistemáticamente para verificar las hipótesis de Chomsky, según las cuales, los niños escuchan mayoritariamente discursos incompletos e incorrectos gramaticalmente por parte de los adultos que les rodean. Sabemos que, efectivamente, el lenguaje hablado contiene frecuentes errores, omisiones o falsos inicios, por influencia de la memoria y variación de la atención. Sin embargo, también se sabe que los adultos no se dirigen a los niños de igual forma que a los adultos. Al menos, no siempre. Hay datos que lo confirman, definiendo un código lingüístico, el motherese o baby talk.
Sus características se sitúan en todos los niveles de producción del lenguaje: gramatical, léxico y prosódico. Se trata de un lenguaje sintácticamente simplificado, formado de frases breves en las que hay pocos elementos como verbos, adverbios y modificadores. Los adultos usan un vocabulario restringido y concreto, ligado a la experiencia cotidiana del niño, y hablan con un timbre de voz más alto, como para atraer la atención del interlocutor, acentuando también con la entonación las palabras más importantes de la frase. La frecuencia de las repeticiones, completas y parciales, es más bien elevada, siendo redundante, ofreciendo al niño más oportunidades de procesar la información lingüística.
Por ejemplo: esto es un lobo. El lobo se llama Lolo. Lolo vive en el bosque. Lolo da un paseo por el sendero del río. En vez de “El lobo Lolo vive en el bosque y pasea por el sendero del río”. La última frase dificulta la relación sujeto-verbo.
El motherese no aparece hasta que el niño no es suficientemente mayor como para comprender y responder a las frases de la madre, más o menos, al final del primer año de vida. Esto pone en evidencia la importancia de la respuesta del bebé según su capacidad efectiva de comprensión y de atención. También está relacionado con las expectativas del adulto sobre la capacidad de interactuar del niño y de participar en la conversación.
Sin embargo, el baby talk no se da en todas las culturas. Por ejemplo, entre los Samoana, Schieffelin y Kaluli en Papúa, no existe. Los adultos casi nunca se dirigen directamente a los niños pequeños y ni mucho menos adoptan un lenguaje especial para ellos. Más bien piden a los niños mayores que se ocupen de las necesidades y preguntas de los pequeños.